Tal día como hoy, hace 204 años, y ante la situación de emergencia por la invasión napoleónica, la Junta General de Asturias decidía declararse soberana. Entabla relaciones diplomáticas con Inglaterra, pero no logra su apoyo para la guerra que Asturias declara a Francia; guerra a la que se disponía el improvisado Ejército Defensivo Asturiano, cuyo emblema sería, mira tú por donde, una bandera azul con la Cruz de la Victoria dorada en el centro y la leyenda ‘Asturias Nunca Vencida’.
Un siglo y siete décadas más tarde, durante esa transición que repartió carnés de ‘nacionalidad histórica’ a los territorios que habían aprobado su estatuto de autonomía republicano en el momento del ‘glorioso alzamiento’ franquista -dio igual que otros, como Asturias, lo estuvieran preparando-, la incipiente autonomía asturiana recuperaba algunos de los símbolos del 25 de mayo. La bandera y el nombre de la Junta General fueron aceptados, pero no así fijar como Día de Asturias aquella fecha en la que el Gobierno de Flórez Estrada puso en evidencia la conciencia colectiva de Asturias como entidad autónoma, con personalidad propia en el devenir histórico de España.
Tal vez rememorar la respuesta de aquella Junta General -cuentan que impulsada por el motín popular contra la invasión-, sería remarcar un momento en el que Asturias demostró no sentirse cómoda en España, en la España que le ofrecían los franceses, y decidía emprender un camino alternativo, que no pasaba por esperar a ver qué decían desde la corte madrileña.
Se optó por fijar para tal festivo el día de la Santina, festividad religiosa que, por otro lado, permite esconder que Asturias es mucho más que la ‘cuna de España’.
Hoy, el 25 de mayo solo es celebrado de algún modo por colectivos y personalidades asturianistas. Uno de ellos, el historiador Faustino Zapico, llega a una conclusión: el espíritu de aquella Asturias insurrecta de 1808, ahora está en Islandia.